Hoy, la ciudad episcopal de Segorbe conmemora el
primer centenario de la toma de posesión del fraile capuchino, Luis Amigó y
Ferrer (Masamagrell 1854 – Godella 1934), como obispo de la diócesis de
Segorbe. La asociación que lleva su nombre ha preparado para este fin de semana
varios actos con este motivo. Así a las 12 de este sábado el obispo Casimiro
López Llorente oficiará una misa en la catedral y por la tarde se ofrecerá un
concierto en el auditorio. También la capilla del Colegio de la Resurrección
muestra una exposición sobre el prelado y el domingo se presentará el libro
Obispo Amigó: Cien años después.
La elección de fray Luis Amigó para la sede
segobricense era conocida algunos meses antes de su toma de posesión. El
periódico Heraldo de Castellón ya había adelantado en marzo de 1913, su
designación como obispo de Segorbe, siendo administrador apostólico de Solsona
y obispo titular de Tagaste. Y a mediados de julio se recogía la noticia de su
preconización para ocupar la sede episcopal de la capital del Palancia, por
parte del Papa Pío X, así como la influencia en su elección que habían ejercido
los terciarios capuchinos, a través del diputado en Cortes por Segorbe, Navarro
Reverter Gomis, para acercar al fundador a su tierra.
No era la primera vez que fray Luis Amigó pisaba
Segorbe. Con anterioridad ya había estado en la ciudad en alguna ocasión,
visitando la casa de la orden por él fundada, de Hermanas Terciarias
Capuchinas.
Su
entrada
El día 30 de noviembre de 1913, Fray Luis Amigó fue
recibido en Segorbe en loor de multitudes. El entusiasmo de las gentes fue
indescriptible. La diócesis entera quiso rendir homenaje y pleitesía al nuevo
prelado que llegó precedido de una aureola de santidad, y de fama de varón
justo.
La gente se apretujaba por acercarse a él y
contemplar su rostro, adornado con una larga y poblada barba blanca.
El nuevo obispo llegó a Segorbe en tren. No fue el
primero. Con anterioridad lo hicieron sus antecesores en el obispado: Manuel
Cerero (1900-1907) y Antonio Massanet (1907-1911). Pero si fue el último, ya
que con posterioridad los obispos viajaron a la capital episcopal en vehículos
a motor. El ceremonial de entrar a la ciudad a lomos de una mula, con las
autoridades municipales en caballos enjaezados, el descanso en el palacio de
los Duques de Segorbe en Geldo en la víspera, la espera en la Olivera de
Campos, etc. habían quedado en desuso con la llegada del siglo XX.
Procedentes de Valencia, viajaban con él, otras
autoridades y desde la estación de tren se organizó la comitiva, que tuvo su
primer descanso en la primera casa de la ciudad, antigua mansión de los condes
de Castelar y propiedad del exdiputado Antonio Enríquez. Anexa a esta mansión
se encontraba en la antigüedad el portal de Valencia y por ello fue en este
lugar donde recibió los saludos del alcalde de Segorbe, Trinitario Vicente.
Acto seguido se organizó la comitiva. Figuraban en
el cortejo dos heraldos, la música Nueva (Sociedad Musical), los niños del
Patronato y Colegio de la Esperanza, con su bandera; el Sindicato Agrícola de
San Isidro Labrador, con bandera; nutridas comisiones de los círculos políticos
y de recreo y demás entidades de la ciudad y comisiones de los ayuntamientos de
Masamagrell, Jérica, Altura y otros pueblos. Seguían después los maceros y la
bandera de la ciudad, representantes del ayuntamiento, juez municipal y de
instrucción, capitán de la Guardia Civil y diputados provinciales. Ocupaba la
presidencia el obispo, que llevaba a su derecha a Navarro Reverter y el
gobernador civil, León del Río, y a su izquierda al alcalde, Trinitario Vicente
y comandante de infantería, Francisco Jiménez. Cerraba el cortejo la banda
municipal.
Tras rebasar varias calles con arcos triunfales,
bajo el retablo de la Cueva Santa, el obispo adoró el Lignum Crucis continuando
la marcha hasta la iglesia de San Pedro y posteriormente, revestido de
pontifical y bajo palio, a la catedral, repleta de fieles y con los retratos de
los quince anteriores obispos colocados en la fachada.
Terminado el Te-déum, el obispo habló por primera
vez a sus diocesanos, trasladándoles el mensaje del amor de Dios.
A lo largo de la noche dieron serenata al prelado
dos bandas de música que se iban turnando en la interpretación de las obras.
Con motivo de su entrada, el obispo mandó repartir a
los pobres 1.600 raciones de pan, arroz, alubias y carne.
Gonzalo Valero, hijo del que fue primer Cronista
Oficial de la Ciudad, señaló que nunca había visto tanta concurrencia de gente
y mayor solemnidad entre las siete entradas de obispos que tuvo la oportunidad
de presenciar.
Fue uno de los episcopados más emblemáticos de la
Diócesis de Segorbe.
Grupo
Telefónico
La presencia de tantos invitados con motivo de la
entrada del obispo, se quiso aprovechar para un acto de gran relevancia social
como la inauguración de un nuevo grupo telefónico.
El obispo posesionado de Segorbe, en presencia del
diputado por el distrito Juan Navarro Reverter, autoridades y comisiones de los
pueblos, bendijo a medio día del 1 de diciembre, las nuevas instalaciones.
Los pueblos favorecidos por esta reforma fueron los
de Sot de Ferrer, Azuébar, Chóvar, Vall de Almonacid, Algimia de Almonacid,
Torás y Bejís. Con estos eran doce los pueblos del distrito de Segorbe que
tenían teléfono.
Reverter y las autoridades que le acompañaban
dirigieron telegramas al ministro de la Gobernación, José Sánchez Guerra,
director general y jefes de centros.
Durante el acto inaugural se recibió un telegrama de
Navarro Reverter (padre) para el obispo y otra del jefe de telégrafos de
Castellón, saludando al prelado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario