Este miércoles se decide si hay o no una quita, una reducción, de de la deuda soberana española y desgraciadamente el gobierno socialista parece asumir ya que será inevitable y que alcanzará el 2%.
Lo de menos es el porcentaje, lo que cuenta es que desde ese mismo momento se nos considera incapaces de gobernarnos, igual que cuando una empresa pide entrar en concurso de acreedores y solicita la tradicional suspensión de pagos privada.
A quién tenga deuda pública, letras o pagarés del Tesoro, que es donde se invierte la tradicional renta fija, no se le podrá devolver lo invertido, y obviamente se sentirá engañado, estafado, y ¿quién se vuelve a fiarse nuevamente de un estafador? Nadie, o mejor dicho algunos sí, pero a un precio mucho más alto.
Rubalcaba y Zapatero ya ha abdicado, como en la etapa de González, que se asumió que no entraríamos en el euro y que habría una Europa de dos velocidades, ahora también el ejecutivo socialista se resigna a estar en la tercera división europea.
Nos jugamos una década de crecimiento, no menos tiempo tardará en restablecerse la confianza en nosotros sino devolvemos todos nuestros préstamos.
El hecho de que técnicos en Bruselas hayan planteado, y Rubalcaba y Zapatero asumido, esta quita nos hace un gran daño:
Si se reconoce que el gobierno central, titular del 78% del endeudamiento público nacional, no puede devolver su deuda supone que somos un país inviable.
Nadie querría prestar ni al ejecutivo central, ni tampoco a ayuntamientos o comunidad autónoma, y quién ose prestarnos, ya que el ejecutivo de Zapatero emite 22 millones de euros de deuda cada hora, lo hará a un precio, o tipo de interés, altísimo.
El daño se extiende a los bancos y cajas, muchos de ellos quedarían gravemente dañados porque son los principales tenedores de una deuda pública que perdería parte de su valor, y deberán destinar sus escasos recursos a aprovisionar está perdida adicional.
Los particulares verán también reducido el crédito por tres motivos; las entidades financieras tendrían que usar su dinero para hacer frente a las perdida citadas, desde el exterior nadie querrá prestar en España, y finalmente si les prestan será a un precio mucho mayor dado que al Estado también se le exigirán mayores tipos de interés para cubrir el riesgo de futuras quitas.
Creo honestamente que España no necesita que nos perdonen las deudas y que con nuevas políticas de menor gasto corriente y las adecuadas reformas; financiera, tributaria y laboral, en 2012 ya podemos estar creciendo.
Lo malo es que estamos en el lugar al que han conducido los actos de un gobierno desnortado, primero suprimió las barreras al endeudamiento que puso el gobierno del que formaba parte Mariano Rajoy, después hizo apología del préstamo y finalmente muchos creen que no podemos pagar.
Aún así, esto tiene arreglo, y consiste en hacer prácticamente lo mismo, pero al revés.
Miguel Barrachina Ros. Economista y Vicepresidente de la Diputación Provincial de Castellón