Escribo este artículo bajo la atenta mirada de una
pequeña escultura de un perro guía que me regalaron representantes de la
Fundación Once por haber incluido en la normativa valenciana a su fiel amigo,
objeto que conservo junto a otros recuerdos de personas sordas, terapias
ecuestres y otras que me acompañan desde hace años, y que están presentes
cuando leo esta semana a un columnista provincial apellidado Velasco me afirma
que soy anodino, insensible y “con un deje de nazismo”.
He recibido también varios correos, que conservo, y
les desean a mis dos hijos, y a mi “maldito hijo de ,,,, del PP”, una serie de
maldades que prefiero no reproducir.