Desde
la muerte del expresidente, España parece estar viviendo una
"segunda Transición".
Este
lunes se cumple un año de la muerte de Adolfo Suárez, el político
que junto al Rey Juan Carlos fue principal artífice de la
Transición. Su desaparición, no por esperada después de una penosa
enfermedad, generó entre millones de españoles un sincero
sentimiento de gratitud hacia su figura.
Dos
días antes del fatal desenlace, su hijo Adolfo anunciaba en una
multitudinaria rueda de prensa que ya no había esperanza, y que la
muerte del expresidente del Gobierno era inminente.
Al
mediodía del domingo 23 de marzo, Suárez, de 81 años, fallecía en
la clínica Cemtro de Madrid, a consecuencia de las complicaciones
derivadas del mal de Alzhéimer que sufría desde hacía más de una
década. Una enfermedad que borró su memoria y le obligó a estar
apartado de la vida pública los últimos años de su vida, protegido
por su familia.
Con
su muerte y aunque fuera por unos días, el espíritu de concordia,
de consenso y de reconciliación que acompañó en su vida política
a Suárez, se respiraron también en el Congreso, habitual escenario
de encontronazos ideológicos y de diferencias irreconciliables.
El
Palacio de la Carrera de San Jerónimo, escenario de buena parte de
su vida política, abrió sus puertas para acoger la capilla
ardiente, por la que pasaron cerca de 30.000 ciudadanos. Ni la
lluvia, ni el viento que barrieron Madrid esos días, ahuyentaron a
miles de personas que le quisieron rendir un último homenaje y
acompañar a la familia que, durante 24 horas, prácticamente
ininterrumpidas, velaron su cadáver.
Durante
aquellas horas, se vieron extraños compañeros de velatorio,
políticos de toda ideología y condición unidos para rendir tributo
al estadista que, en aquellos mismos muros, defendió la democracia
durante la intentona golpista del 23-F.
Para
la historia quedaron grabadas imágenes insólitas, como la de Felipe
González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero
desfilando uno a uno y en fila ante el féretro de su antecesor.
Acudieron
al Congreso dirigentes de prácticamente todos los partidos, así
como los presidentes autonómicos, que elogiaron de forma unánime a
Suárez como ejemplo a seguir y fuente de inspiración, especialmente
por su capacidad de concordia entre los españoles durante la
Transición a la democracia. Tampoco faltó a la capilla ardiente don
Juan Carlos, su gran aliado y apoyo en el camino hacia la democracia,
que acompañó a los familiares en el Congreso.
Sus
restos fueron despedidos con honores militares, en un cortejo fúnebre
que recorrió algunas calles del centro de Madrid, antes de ser
enterrados junto a su esposa, Amparo Illana, en el claustro de la
catedral de Ávila, bajo una lápida con el epitafio "La
concordia fue posible".
Su
nieta mayor, Alejandra Romero Suárez, heredó el pasado mes de
diciembre el título de duquesa de Suárez, que el Rey Juan Carlos
concedió al expresidente del Gobierno por sus servicios al Estado.
Pocos
podían pensar aquellos días de finales de marzo de 2014 que apenas
unos meses después, el 2 de junio, Juan Carlos I se haría a un lado
y abdicaría la Corona en favor de su hijo el príncipe Felipe.
En
el mismo escenario, el Congreso de los Diputados, en el que España
despidió a Suárez, los españoles dieron la bienvenida a su nuevo
monarca, Felipe VI, que fue proclamado Rey de España en una sesión
solemne de las Cortes Generales el 19 de junio.
Desde
la muerte de Suárez, y en tan sólo un año, España parece estar
viviendo una "segunda Transición", un cambio de ciclo
político después de 35 años de democracia. Este 2015, año
eminentemente electoral, se presenta incierto, con fuerzas políticas
que irrumpen con fuerza y amenazan el sistema bipartidista que se ha
mantenido en las últimas cuatro décadas.
Algunos
de estos nuevos partidos apuestan por un nuevo proceso constituyente
que renueve los cimientos del 78, el modelo político que,
precisamente, ayudó a alumbrar Adolfo Suárez.
Efe.
Madrid
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