Cuarenta años de profesión avalan la trayectoria de
Manuel Campo Vidal, un comunicador que, a lo largo del tiempo, ha sabido
mantener intacto su prestigio en una profesión difícil y llena de escollos,
pero a la que ama por encima de todo, hasta el punto de afirmar que no le
gustaría ser más joven, asegura, pues ello significaría renunciar a haber
informado de «la inmensa obra de ingeniería que fue la Transición».
Coincidiendo con el 80 cumpleaños del expresidente
publicó ‘Adolfo Suárez. El presidente inesperado de la Transición’. ¿Era el
momento de reivindicar definitivamente su figura?
Suárez cumplió 80 años hace un mes. A mí me pareció
que era una fecha emblemática y que coincide, además, con un momento en el que
hay en España demasiadas tensiones territoriales y una falta general de
consenso. Por eso me parece que reivindicar la figura de un personaje tan
crucial para la construcción de la España moderna resulta especialmente
adecuado.
En el prólogo afirma que «si este no fuera un país
injusto, le reconocería su gesta histórica». Sin embargo, pocos personajes hay
que hayan sido tan reconocidos como Suárez...
Él fue premio Príncipe de Asturias de la Concordia,
pero a instancias de un ciudadano alemán... aunque después se sumaron gentes de
todas las tendencias. Pero yo creo que la obra de Suárez -que, según Gabriel
Camuñas, exvicepresidente de Alianza Popular, «es el político más relevante de
la derecha española en el siglo XX, por encima de Cánovas del Castillo»-
tendría que tener en muchas ciudades al menos una calle, pero como dice José
María Aznar «en Madrid solo te ponen una calle cuando te mueres».
Presenta a Suárez como el presidente inesperado, el
que el Rey llevaba siete años buscando. ¿Qué fue lo que hizo que la balanza se
inclinase definitivamente a su favor?
Yo creo que Suárez siempre estuvo en el pensamiento
del Rey desde que se conocieron, en 1969. Además de su buena conexión, porque
son de una generación similar, Suárez demostró unas capacidades sorprendentes
cuando se tuvo que hacer cargo del Ministerio de la Gobernación, en ausencia de
Fraga en 1976, y también por su valiente defensa en las Cortes de la Ley de
Asociaciones Políticas. He dicho inesperado porque, aunque había varios
candidatos, en la última vuelta, como esos atletas que saltan del pelotón,
Suárez avanzó con zancada firme y entró el primero en la meta.
Suárez le confesó que, al optar por él, el Rey había
llegado a jugarse la Corona, una afirmación que contrasta con el sentir de que
el Rey ‘usó’ al político. ¿Quién le fue más útil a quién?
Como bien dice Pepe Abad en su libro ‘Una tragedia
griega’, hay dos fases distintas. En un primer momento, Suárez es el hombre
adecuado para el Rey y en un segundo momento, tras ganar las elecciones en 1977
-y aunque ha pasado menos de un año-, Suárez vuela solo, convirtiéndose en
guionista y primer actor de la Transición.
También reivindica su actuación frente a los
golpistas, poniendo el acento en que se jugó la vida, y deja entrever que
todavía hay cosas que no se han contado.
Es verdad, Felipe González dice que «hay cosas sobre
las que todavía es pronto para hablar», especialmente de las conexiones de
sectores civiles con los golpistas. Y en cuanto a que Suárez se jugó la vida,
revelo que lo hizo nada menos que dos veces. La primera la hemos visto todos en
televisión, cuando no se tiró al suelo en medio de los disparos e incluso sale
de su escaño a rescatar al teniente general Gutiérrez Mellado. Lo que hemos
sabido gracias a un ujier de las Cortes es que tuvo un enfrentamiento verbal
muy violento con Tejero, armado, al que le dijo «le ordeno que pare esta
locura», contestándole «tú no mandas nada. Yo solo respondo a las órdenes de mi
general, Milans del Bosch». Hay ahí un momento durísimo que no conocíamos.
Entre sus errores señala que tenía demasiados
frentes abiertos: la Iglesia, los empresarios, los militares. ¿Debería haber
hecho gala de una mayor diplomacia o era algo inevitable?
Él era intransigente en todos esos frentes (la
legalización del aborto y la del PCE, no veía claro lo de la Otan), pero
hubiera tenido que cerrar o aplazar alguno. Eran demasiados enemigos.
Sin embargo, señala que su gran error fue no saber
imponer orden en su partido. Ese fue el principio del fin.
El hombre más adecuado para hacer la Transición no
es, necesariamente, el adecuado para gobernar en democracia, ni siquiera en su
partido. Es cierto que Suárez no manejó su partido con los necesarios criterios
de hallar consensos internos, pero también que el grupo que más lo acorraló y
acosó -el democristiano- lo hubiera hecho igual en otro contexto porque, en un
momento determinado, la derecha de este país decide que hay que construir una
gran derecha y él era el obstáculo a demoler.
Su dimisión pilló al país por sorpresa, aunque usted
deja entrever que el verdadero motivo de la misma fue que sabía que se iba a
producir un golpe de estado y trataba de evitarlo.
Él perdió parte de la confianza del Rey y estaba
acorralado en muchos frentes, pero, aunque no me lo reconoció, yo creo que
trató de frenar una intentona golpista -ahí está la frase de su discurso de
dimisión: «No quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez
más, un paréntesis en la historia de España»-, pero no lo consiguió.
Tras abandonar la presidencia inició una etapa
política errática. ¿Cree que lo mejor hubiera sido que se retirara totalmente
de la esfera pública?
Suárez era un político y no sabía vivir sin
política. Él regresó a su despacho de abogados, pero no era un hombre para un
gabinete jurídico, así que volvió a lo que sabía hacer y a tratar de
reconstruir el centro a través del CDS. Y solo abandona cuando hay una tarea
superior que le exige toda su atención, su patrimonio y que probablemente fue
el origen de su desgaste final, que es la enfermedad de su mujer y de su hija,
sus dos grandes amores.
También hace hincapié en el buen entendimiento que
tuvo con los nacionalistas. ¿Cree que a Rajoy le haría falta su mano izquierda?
Lo que creo es que, con los problemas que tiene hoy
España, es una lástima que no tengamos un grupo de personas como las que
encabezaron la Transición. Las cosas serían distintas si en Moncloa estuvieran Suárez
o Felipe González, pero también lo serían si en la Generalitat estuviera Jordi
Pujol.
Los grandes comunicadores de la democracia, Adolfo
Suárez, Felipe González y Jordi Pujol, están fuera de la escena política,
¿quiénes podrían ser sus sucesores?
Tengo que decir que es probable, y lo lamento, que
tardaremos unos años en ver una generación de dirigentes de esa calidad, pero
hay personajes jóvenes que generan esperanza, y pienso en Alberto Núñez Feijóo
o en Patxi López. Pero para ver las cosas es necesaria una perspectiva
histórica que hoy todavía no tenemos.
DE CERCA
Orígenes
Nació en Camporrells (Huesca), en 1951.
Formación
Licenciado en Ciencias de la Información por la
Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), también es ingeniero técnico industrial.
Estudió Sociología en París, doctorándose en
Economía Aplicada por la Universidad Complutense.
Periodista
Empezó en el diario Tele-Exprés de Barcelona, en
1972.
En 1983 asume la subdirección y presentación del
‘Telediario 2’ de TVE.
Se incorpora a la cadena Ser, donde presenta y
dirige ‘Hora 25’.
En 1992 ficha por Antena 3 TV, donde ocupa distintos
cargos directivos.
En 2006 fue elegido presidente de la Academia de las
Ciencias y las Artes de Televisión de España.
Actualmente es director general y consejero delegado
de la productora Lua Multimedia, así como director del Instituto de
Comunicación Empresarial.
''FRAGA NUNCA SUPERÓ LA ELECCIÓN DE SUÁREZ''
En su libro contó con el testimonio de Manuel Fraga, del que asegura que no encajó bien que Suárez fuera presidente y no él. ¿Murió con esa espina clavada?
Fraga se consideraba superior a Suárez por su
cultura enciclopédica y experiencia, y ambas cosas eran ciertas, pero no tenía
la capacidad estratégica ni de liderazgo de este. Por eso, siempre que tuvo
oportunidad le dedicó un ‘misil’. ¿Si murió con esa espina? Él nunca lo superó,
pero creo que no. Fraga fue feliz gobernando Galicia durante 16 años, pero su
sueño era el de haber sido el presidente de España.
También se entrevistó con el recientemente
desaparecido Santiago Carrillo. Entre él y el expresidente hubo auténtica
química.
Ambos quedaron mutuamente prendados el día que se
conocieron, en una cita de seis horas en la casa de José Mario Armero, en
Pozuelo. La relación entre ellos fue la de dos grandes personajes políticos con
mucha complicidad.
Entre la treintena de testimonios con los que ha
contado se incluye el de Núñez Feijóo, ¿por qué lo escogió a él?
He incluido a tres jóvenes (Patxi López, María
Dolores de Cospedal y Alberto Núñez Feijóo), que actualmente tienen
responsabilidades políticas, pero que en aquel momento tenían en torno a 15
años, buscando conocer el impacto que había tenido en ellos el nombramiento de
Suárez. Feijóo me dijo que estaba en el instituto y que le sorprendió ver a un
presidente del Gobierno joven que no llevaba uniforme.
¿Qué impresión le causó el recientemente reelegido
presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo?
Es un líder, algo que hace mucho tiempo que pienso,
ya antes de estas elecciones. Es un líder para Galicia y, en el futuro,
probablemente tenga mayor recorrido.
En su primera elección, ¿él también fue un
presidente inesperado?
No, aunque probablemente sí lo fue para Cuíña
[risas].
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