lunes, 5 de noviembre de 2012

Manuel Campo Vidal: ''Hay políticos que generan esperanza, como Feijóo''


Cuarenta años de profesión avalan la trayectoria de Manuel Campo Vidal, un comunicador que, a lo largo del tiempo, ha sabido mantener intacto su prestigio en una profesión difícil y llena de escollos, pero a la que ama por encima de todo, hasta el punto de afirmar que no le gustaría ser más joven, asegura, pues ello significaría renunciar a haber informado de «la inmensa obra de ingeniería que fue la Transición».


Coincidiendo con el 80 cumpleaños del expresidente publicó ‘Adolfo Suárez. El presidente inesperado de la Transición’. ¿Era el momento de reivindicar definitivamente su figura?

Suárez cumplió 80 años hace un mes. A mí me pareció que era una fecha emblemática y que coincide, además, con un momento en el que hay en España demasiadas tensiones territoriales y una falta general de consenso. Por eso me parece que reivindicar la figura de un personaje tan crucial para la construcción de la España moderna resulta especialmente adecuado.

En el prólogo afirma que «si este no fuera un país injusto, le reconocería su gesta histórica». Sin embargo, pocos personajes hay que hayan sido tan reconocidos como Suárez...

Él fue premio Príncipe de Asturias de la Concordia, pero a instancias de un ciudadano alemán... aunque después se sumaron gentes de todas las tendencias. Pero yo creo que la obra de Suárez -que, según Gabriel Camuñas, exvicepresidente de Alianza Popular, «es el político más relevante de la derecha española en el siglo XX, por encima de Cánovas del Castillo»- tendría que tener en muchas ciudades al menos una calle, pero como dice José María Aznar «en Madrid solo te ponen una calle cuando te mueres».

Presenta a Suárez como el presidente inesperado, el que el Rey llevaba siete años buscando. ¿Qué fue lo que hizo que la balanza se inclinase definitivamente a su favor?

Yo creo que Suárez siempre estuvo en el pensamiento del Rey desde que se conocieron, en 1969. Además de su buena conexión, porque son de una generación similar, Suárez demostró unas capacidades sorprendentes cuando se tuvo que hacer cargo del Ministerio de la Gobernación, en ausencia de Fraga en 1976, y también por su valiente defensa en las Cortes de la Ley de Asociaciones Políticas. He dicho inesperado porque, aunque había varios candidatos, en la última vuelta, como esos atletas que saltan del pelotón, Suárez avanzó con zancada firme y entró el primero en la meta.

Suárez le confesó que, al optar por él, el Rey había llegado a jugarse la Corona, una afirmación que contrasta con el sentir de que el Rey ‘usó’ al político. ¿Quién le fue más útil a quién?

Como bien dice Pepe Abad en su libro ‘Una tragedia griega’, hay dos fases distintas. En un primer momento, Suárez es el hombre adecuado para el Rey y en un segundo momento, tras ganar las elecciones en 1977 -y aunque ha pasado menos de un año-, Suárez vuela solo, convirtiéndose en guionista y primer actor de la Transición.

También reivindica su actuación frente a los golpistas, poniendo el acento en que se jugó la vida, y deja entrever que todavía hay cosas que no se han contado.

Es verdad, Felipe González dice que «hay cosas sobre las que todavía es pronto para hablar», especialmente de las conexiones de sectores civiles con los golpistas. Y en cuanto a que Suárez se jugó la vida, revelo que lo hizo nada menos que dos veces. La primera la hemos visto todos en televisión, cuando no se tiró al suelo en medio de los disparos e incluso sale de su escaño a rescatar al teniente general Gutiérrez Mellado. Lo que hemos sabido gracias a un ujier de las Cortes es que tuvo un enfrentamiento verbal muy violento con Tejero, armado, al que le dijo «le ordeno que pare esta locura», contestándole «tú no mandas nada. Yo solo respondo a las órdenes de mi general, Milans del Bosch». Hay ahí un momento durísimo que no conocíamos.

Entre sus errores señala que tenía demasiados frentes abiertos: la Iglesia, los empresarios, los militares. ¿Debería haber hecho gala de una mayor diplomacia o era algo inevitable?

Él era intransigente en todos esos frentes (la legalización del aborto y la del PCE, no veía claro lo de la Otan), pero hubiera tenido que cerrar o aplazar alguno. Eran demasiados enemigos.

Sin embargo, señala que su gran error fue no saber imponer orden en su partido. Ese fue el principio del fin.

El hombre más adecuado para hacer la Transición no es, necesariamente, el adecuado para gobernar en democracia, ni siquiera en su partido. Es cierto que Suárez no manejó su partido con los necesarios criterios de hallar consensos internos, pero también que el grupo que más lo acorraló y acosó -el democristiano- lo hubiera hecho igual en otro contexto porque, en un momento determinado, la derecha de este país decide que hay que construir una gran derecha y él era el obstáculo a demoler.

Su dimisión pilló al país por sorpresa, aunque usted deja entrever que el verdadero motivo de la misma fue que sabía que se iba a producir un golpe de estado y trataba de evitarlo.

Él perdió parte de la confianza del Rey y estaba acorralado en muchos frentes, pero, aunque no me lo reconoció, yo creo que trató de frenar una intentona golpista -ahí está la frase de su discurso de dimisión: «No quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España»-, pero no lo consiguió.

Tras abandonar la presidencia inició una etapa política errática. ¿Cree que lo mejor hubiera sido que se retirara totalmente de la esfera pública?

Suárez era un político y no sabía vivir sin política. Él regresó a su despacho de abogados, pero no era un hombre para un gabinete jurídico, así que volvió a lo que sabía hacer y a tratar de reconstruir el centro a través del CDS. Y solo abandona cuando hay una tarea superior que le exige toda su atención, su patrimonio y que probablemente fue el origen de su desgaste final, que es la enfermedad de su mujer y de su hija, sus dos grandes amores.

También hace hincapié en el buen entendimiento que tuvo con los nacionalistas. ¿Cree que a Rajoy le haría falta su mano izquierda?

Lo que creo es que, con los problemas que tiene hoy España, es una lástima que no tengamos un grupo de personas como las que encabezaron la Transición. Las cosas serían distintas si en Moncloa estuvieran Suárez o Felipe González, pero también lo serían si en la Generalitat estuviera Jordi Pujol.

Los grandes comunicadores de la democracia, Adolfo Suárez, Felipe González y Jordi Pujol, están fuera de la escena política, ¿quiénes podrían ser sus sucesores?

Tengo que decir que es probable, y lo lamento, que tardaremos unos años en ver una generación de dirigentes de esa calidad, pero hay personajes jóvenes que generan esperanza, y pienso en Alberto Núñez Feijóo o en Patxi López. Pero para ver las cosas es necesaria una perspectiva histórica que hoy todavía no tenemos.

DE CERCA

Orígenes
Nació en Camporrells (Huesca), en 1951.

Formación
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), también es ingeniero técnico industrial.

Estudió Sociología en París, doctorándose en Economía Aplicada por la Universidad Complutense.

Periodista
Empezó en el diario Tele-Exprés de Barcelona, en 1972.

En 1983 asume la subdirección y presentación del ‘Telediario 2’ de TVE.

Se incorpora a la cadena Ser, donde presenta y dirige ‘Hora 25’.

En 1992 ficha por Antena 3 TV, donde ocupa distintos cargos directivos.

En 2006 fue elegido presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión de España.

Actualmente es director general y consejero delegado de la productora Lua Multimedia, así como director del Instituto de Comunicación Empresarial.


''FRAGA NUNCA SUPERÓ LA ELECCIÓN DE SUÁREZ''

En su libro contó con el testimonio de Manuel Fraga, del que asegura que no encajó bien que Suárez fuera presidente y no él. ¿Murió con esa espina clavada?

Fraga se consideraba superior a Suárez por su cultura enciclopédica y experiencia, y ambas cosas eran ciertas, pero no tenía la capacidad estratégica ni de liderazgo de este. Por eso, siempre que tuvo oportunidad le dedicó un ‘misil’. ¿Si murió con esa espina? Él nunca lo superó, pero creo que no. Fraga fue feliz gobernando Galicia durante 16 años, pero su sueño era el de haber sido el presidente de España.

También se entrevistó con el recientemente desaparecido Santiago Carrillo. Entre él y el expresidente hubo auténtica química.

Ambos quedaron mutuamente prendados el día que se conocieron, en una cita de seis horas en la casa de José Mario Armero, en Pozuelo. La relación entre ellos fue la de dos grandes personajes políticos con mucha complicidad.

Entre la treintena de testimonios con los que ha contado se incluye el de Núñez Feijóo, ¿por qué lo escogió a él?

He incluido a tres jóvenes (Patxi López, María Dolores de Cospedal y Alberto Núñez Feijóo), que actualmente tienen responsabilidades políticas, pero que en aquel momento tenían en torno a 15 años, buscando conocer el impacto que había tenido en ellos el nombramiento de Suárez. Feijóo me dijo que estaba en el instituto y que le sorprendió ver a un presidente del Gobierno joven que no llevaba uniforme.

¿Qué impresión le causó el recientemente reelegido presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo?

Es un líder, algo que hace mucho tiempo que pienso, ya antes de estas elecciones. Es un líder para Galicia y, en el futuro, probablemente tenga mayor recorrido.

En su primera elección, ¿él también fue un presidente inesperado?

No, aunque probablemente sí lo fue para Cuíña [risas].

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