Francia tiene 20 millones de habitantes más que nosotros, es vecina, y lleva dos décadas que no nos gana ni al parchís, por eso es comprensible, que no justificable, que habite en ella una minoría rencorosa que no nos perdona los meritorios éxitos de nuestros admirables deportistas.
La cosa no es de ahora, viene de lejos, y sin necesidad de remontarnos a los múltiples encontronazos bélicos con quienes son ahora nuestros leales socios, sí que es cierto que la opinión francesa sobre España bascula entre el desprecio y la admiración.
El más gráfico de los ejemplos lo tenemos en Napoleón Bonaparte, a quién, junto a su imperial ejército, se echó a patadas de nuestra piel de toro no por francés sino por invasor.
Entonces, hace casi dos siglos, el propio Napoleón, que ninguneó a nuestra Nación acabó en su exilio de Elba deshaciéndose en elogios sobre el pueblo español de quién dijo que “actuó como un hombre de honor” derrotando al más colosal de los ejércitos.
Pues eso, como Napoleón la mayoría de franceses acabarán admirando a España, pero bien es cierto que un país en el que sus dos principales eventos deportivos son Roland Garros y el Tour, lo debe pasar mal con los éxitos españoles. En el primero de ellos nuestros tenistas, singularmente el insultado Nadal, han ganado 11 de las últimas 20 convocatorias, y en la ronda ciclista gala los nuestros son también los más vitoreados.
Si a ello agregamos que en sus deportes más seguidos; baloncesto, formula 1, motociclismo, y fútbol, no nos hacen sombra, se verá que la descalificación de nuestro deporte la hacen desde la más honda frustración, y no hay tomarse muy en serio la mofa de mal perdedor.
De todo, lo más molesto es el daño anímico que se infringe a aquellos deportistas que se dejan la piel en la carretera, el gimnasio o la cancha, y que bajo la marca España, ahora se les quiere tachar de tramposos y drogatas, cuando los nuestros actúan no solo con limpieza, sino con una nobleza que se ha perdido en algunos otros países.
Como escribía Pau Gasol, al que también satirizan como dopado, lo de Francia es “admiración y envidia”, y no hay más.
La cosa no es de ahora, viene de lejos, y sin necesidad de remontarnos a los múltiples encontronazos bélicos con quienes son ahora nuestros leales socios, sí que es cierto que la opinión francesa sobre España bascula entre el desprecio y la admiración.
El más gráfico de los ejemplos lo tenemos en Napoleón Bonaparte, a quién, junto a su imperial ejército, se echó a patadas de nuestra piel de toro no por francés sino por invasor.
Entonces, hace casi dos siglos, el propio Napoleón, que ninguneó a nuestra Nación acabó en su exilio de Elba deshaciéndose en elogios sobre el pueblo español de quién dijo que “actuó como un hombre de honor” derrotando al más colosal de los ejércitos.
Pues eso, como Napoleón la mayoría de franceses acabarán admirando a España, pero bien es cierto que un país en el que sus dos principales eventos deportivos son Roland Garros y el Tour, lo debe pasar mal con los éxitos españoles. En el primero de ellos nuestros tenistas, singularmente el insultado Nadal, han ganado 11 de las últimas 20 convocatorias, y en la ronda ciclista gala los nuestros son también los más vitoreados.
Si a ello agregamos que en sus deportes más seguidos; baloncesto, formula 1, motociclismo, y fútbol, no nos hacen sombra, se verá que la descalificación de nuestro deporte la hacen desde la más honda frustración, y no hay tomarse muy en serio la mofa de mal perdedor.
De todo, lo más molesto es el daño anímico que se infringe a aquellos deportistas que se dejan la piel en la carretera, el gimnasio o la cancha, y que bajo la marca España, ahora se les quiere tachar de tramposos y drogatas, cuando los nuestros actúan no solo con limpieza, sino con una nobleza que se ha perdido en algunos otros países.
Como escribía Pau Gasol, al que también satirizan como dopado, lo de Francia es “admiración y envidia”, y no hay más.
Miguel Barrachina (Vicepresidente Diputación de Castellón)
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